viernes, 29 de mayo de 2009


Es cierto que a veces no sabemos, ni somos capaces de determinar en qué momento se deja de sentir.
Así es que aún en el instante de planteárnoslo, sigue habiendo... una brisa que corre, una corriente de agua...
...un piano que toca.

Sí...todavía sonreímos sin querer, y todavía pensamos en la misma persona al encontrarla escondida saltando de verso en verso, en esa melodía que forma parte ya, queramos o no, de la banda sonora de nuestra respiración.

Es involuntario.
Proyectamos nuestras inseguridades en otros.
Y acaban convirtiéndose en esos poros que se erizan cada vez que su vista roza nuestra piel.

Éstas... no son más que descripciones de esos estados de atontamiento transitorio que nos provoca el que alguien nos mueva.


¿Sabes?
Antes me tenías todo el día de aquí para allá.
Y no te diré que ahora me haya congelado.

...pero ya no me derrites.