viernes, 30 de octubre de 2009



La música es vibración. Es que se mueva el cuerpo al sentir cada nota.
Es que el alma se salga del pecho y que la sal moje tus rodillas al caer.
Recuerdos del pasado, del presente y del futuro, que se presentan tensos como una partitura en blanco.

La música retumba en cada poro de tu piel, sacudiéndolo como sacude el otro lado del planeta el aleteo de una mariposa. Es rabia contenida en un pentagrama. El color del que quieras pintar tu día hoy. Es el alcohol que en el momento escuece en tu herida, pero que va curándola a medida que pasan los segundos. La banda sonora de tu respiración. La presión que te oprime el pecho, y la cadena que se rompe en mil pedazos y te abre la puerta del calor.

La música corre por los hilos de la piel, y te desangra cuando no suena. Es el mar que te estrella contra la roca, y acto seguido te deja flotando en su calma. El pozo en el que te hundes, y el impulso que te hace salir. El nudo que se instala en tu garganta y se lleva tu voz.
El canal codificado.

La nana que te hace dormir, y el estruendo que te despierta en medio del silencio. Es quien te pide que digas tu nombre para luego borrarlo de su lista. Es el dedo que provoca la cosquilla que te hace sonreír de placer. Es el eco de la habitación. Un negativo quemado.

Es el punto final.