Me parece ayer. Aquí. Justo aquí.
A veces creo que me pongo pruebas.
Inconscientemente. Para ver si aún se me hace un nudo.
Y compruebo que sí.
Se me hace muy difícil abstraerme en este lugar.
Todo son estímulos. Sabores. Sensaciones. Sonidos.
No me he acabado el café aún.
¿Ves? Otra sensación más. No sé si quiero que se acabe.
Está frío. No es lo mismo que tomárselo caliente.
Ha perdido sabor, sentido...
Frío.
A estas alturas me veo obligada a pestañear más seguido de lo normal.
Mi letra se va haciendo cada vez más difícil de leer.
Me estoy haciendo pequeña aquí sentada.
Oigo el eco de algunas palabras que en su día me hicieron entonar sonrisas que no cabrían en este espacio.
Ahora me hacen abrir y cerrar los ojos a la velocidad de la luz.
He arrugado la hoja. Creo que sin querer.
Tengo las piernas entumecidas. Llevo demasiado tiempo sentada así.
Ya me he acabado el café. Lo que decía. Insípido. Frío.
Llevo un rato intentando desatarme. Y nada.
No estoy segura de saber hacerlo.
La pared de al lado habla de ti.
Recuerdo este lugar la última vez.
Enfrente de mí. Justo ahí.
Es el único que no habla.
Que no dice nada porque no-tiene-nada-que-decir.
Sólo recuerda un roce. Me dice que no lo entendió.
Y que también recuerda un acercamiento. Que sí entendió.
Me habla de mí. Sólo de mí.
Me cuenta que este lugar guarda mi rabia.
Pero que también guarda algo que pesa más que mi rabia.
Y cree que es hora de que me deshaga de ello.
Que no es malo.. más bien todo lo contrario.
Pero que su lugar no está aquí. Y tampoco está en ti.
Está dentro de mí y por eso tengo que guardarlo.
Encerrarlo. Y cuidarlo.
Y dejarlo salir cuando esté preparada.
Cuando esté preparado.
No. Su lugar no está en este sitio.
Ni en ninguno de los sitios en los que te intuyo tantas veces.
Te tengo que dejar. Vienen a acompañarme...